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Alycia...

Al Señor de las Brumas IV y fin de la historia

Al Señor de las Brumas IV y fin de la historia

Mi cabeza hundida en su pecho, aun no comprendía muy bien lo que estaba pasando entre nosotros, sin embargo no me preocupaba en absoluto en aquel momento, quizás ahora que la relación ha tomado ya su forma me preocupe más la realidad de esta nueva relación.

Me condujo a unos aposentos que más tarde serían los míos, era todo demasiado ostentoso, con un gusto exquisito, pero en cada rincón de aquel lugar era una demostración de su poder, el ser amante de un personaje así me atraía aun más, está claro, como he dicho al principio del relato, era la heredera de una gran fortuna a la muerte de mis padres, me gustaban los lujos. Me dejó sobre la cama con toda la delicadeza que se puede dejar a un ser tan vulnerable como me sentía yo en aquel momento, se quitó el batín que cubría su cuerpo y quedó vestido únicamente con unos pantalones de seda negra, dejándome ver su torso cubierto de escaso vello. Sin duda era un hombre atractivo a mis sentidos, con gusto y dominante. ¿Cómo no iba a sentirme atraída hacia él? Me desabrochó la bata bruscamente, haciendo saltar los botones por los aires y sin quitármela me cogió la muñeca y acercándola al cabecero colocó un grillete alrededor suya. Lo mismo hizo con la otra mano. Se daba paseos de un lado al otro de la cama para llevar a cabo las operaciones de atarme a los cuatro extremos de la cama, poniéndome cada vez más nerviosa, más impaciente. En frente de la cama, un armario enorme y robusto de madera fue abierto ante mis ojos por él, a cada lado, en el interior de las puertas abiertas y en su interior en varias baldas había colocadas minuciosamente una serie de artilugios que no había visto en mi vida, pero a los que no me hacia falta haber visto para saber cual era su fin. El dolor físico era algo que me daba pánico. Me puse nerviosa, estaba asustada, pero recordé lo que Pedro me había dicho y pensé en cómo me había sentido en los brazos del que dejaba de ser un desconocido…

- Escucha Alicia, estás aquí para entregarte a tu Amo como sumisa hasta que él te repudie si así lo desea. - El hecho de encontrarme atada a la cama y escuchar su voz de repente hizo manar gran cantidad de flujo a mi vagina Aquella afluencia de hormonas retiró de mi mente mis reticencias y me hizo desear gritar que acelerasen los prolegómenos y comenzar a vivir mi vida de esclava sumisa con él.

Una voz que no era la suya, sino la del mayordomo que anteriormente me había abierto la puerta del salón, empezó a hablar de mi contrato de esclavitud. Hablaba de que en presencia del Señor mi ser carecería de personalidad, sería simplemente un cuerpo a su servicio y capricho sin más limitación que no matarme ni mutilarme. Que mi cuerpo podría ser prestado, prostituido, vendido o regalado permanentemente a quien mi dueño quisiera, subrogándose mis carnes con el nuevo dueño en todas las obligaciones que con el anterior. También que este cuerpo sin alma podría ser torturado o castigado a voluntad del Amo o de cualquier otra persona que el dispusiese sin necesidad de ninguna justificación.

El enunciado del contrato era extenso, pero no escuché gran cosa de la interminable lista de obligaciones y de pautas de conducta que me imponía la firma de aquel papel absorta como estaba en las fantasías que incesantes me venían a la cabeza con aquel hombre.... el mayordomo, sin embargo, seguía leyendo,

- … y este contrato se firma en un solo ejemplar que quedara en posesión de la parte denominada Amo.

- ¿Aceptas, Alicia, ser mi esclava en las condiciones que se te han dado a conocer? - Acepté, deseando que la sesión empezara de una vez…- En sus manos llevaba un collar de cuero negro que colocó alrededor de mi cuello - Yo te declaro mi esclava, Alicia, que será al único nombre al que responderás en adelante ante mi presencia y ante quienes me digne a entregarte en cualquier forma de explotación de tu cuerpo. Este collar y los demás atributos que se te impondrán serán el signo de tu sumisión. Ahora serás bautizada. Inmediatamente apareció ante mí su enhiesta polla que, intuyendo la intención de meter en mi boca, engullí sin reparo alguno. Me dediqué con toda mi habilidad a extraer el jugo de sus testículos hasta que, retirando su polla, eyaculó en mi cara. Debido a la excitación que me poseía a esas alturas, casi sin poder evitarlo un orgasmo me recorrió la espalda haciéndome suspirar de placer.

Un relámpago me sobrevino en la cabeza cuando estallo algo sobre mis nalgas. Un grito salió por mi boca desgarrando mi garganta y haciendo saltar las lágrimas de mis ojos.

- Mal empiezas. Hace unos minutos que has oído el reglamento de conducta. Ningún orgasmo sin mi autorización. – El deleite de sentir cada una de las tiras de cuero latigando mi cuerpo, demostrandome que él me ordenaba me hizo sentir más placer aún...

Ya no tenía dudas, me gustaba ser su esclava, me gustaba no pensar, me gustaba la entrega total de mi cuerpo para siempre, sin rectificación posible. Hubiera querido en ese momento que mi Amo se entregase a mi por completo y me dejara hacerle y devolverle todo el placer que me estaba proporcionando, la impaciencia de sentirle dentro, de sentir su cuerpo junto al mío, de que su deseo fuera tan grande como el mío…

Tras aquello, y tras desencadenarme de la cama, me enganchó una cadena al collar de acero y nos dirigimos, yo gateando, a un enorme cuarto de baño. Después me duchó sin omitir introducir sus dedos en mis dos agujeros bien profundamente para limpiarme. Una vez seca me hizo subir y ponerme a cuatro patas sobre una camilla de operaciones. En ese momento entraron en el baño dos hombres bien fornidos y uniformados y mi Amo me ordenó enseñar mis agujeros y me colocó las piernas de forma que al inclinar la cabeza en gesto de adoración estos quedaran bien a la vista de los presentes.

- Te gusta esta postura, eso puede ser un verdadero peligro para mi – chiscó los dedos y los dos hombres fornidos que acababan de entrar en la sala me engancharon del collar y me pusieron de pie delante de mi amo. Temerosa pro el tono que había utilizado en y en consecuencia, estremecida por la sospecha de una reprimenda de Mi Amo, quedé colgada por las axilas de las manos de los dos fortachones llorando ante mi amo y suplicando perdón por lo que aun no sabía que había hecho mal. – Alicia - dijo en un tono aterciopelado mientras me acariciaba la cara con ternura – será mi alumna predilecta, tienes algo que aun no sé que es… pero intuyo que eres un diamante en bruto… solo hay que pulirte un poco y seguro que el resto lo harás muy bien. Pero no puedo permitir que te exciten y sientas que eras la dueña de tu cuerpo. Porque es mío y por tanto yo he de ser el dueño de todo tu placer… - bastó un nuevo gesto para que los hombres que me sostenían se pusieran manos a la obra.

Entre los dos hombres me desnudaron por completo y colocaron unas tobilleras con una barra separadora abierta al máximo que permitían mis piernas y flexionando estas me ligaron las muñecas a los muslos mediante anchas correas de cuero. Después me introdujeron un consolador de grueso calibre en mi vagina y sellaron mi ano con un gran tapón anal y ambos falsos falos fueron retenidos por otra correa de cuero sujeta desde mi vientre a mis riñones a un ancho cinturón, también de cuero. Me encasquetaron una capucha que no me permitía ver ni oír y una mordaza de bola en la boca. Así me abandonaron durante un tiempo al cabo del cual yo me sentía agonizante, pero me hacía seguir manteniéndome sin enfrentarme a mi nueva condición la idea de impresionarle a él y que viera en mí algo especial, algo que no le hiciera cambiar de opinión acerca de que yo, sería su alumna más aventajada.

Cuando volvió y me vio allí, postrada en la misma postura en que me había dejado, con las rodillas enrojecidas de tenerlas clavadas al suelo, con la cabeza agachada rendida ya de pensar que no volvería a por mí. Con los pies dormidos de no poder moverlos. La ternura que debí inspirarle le hizo apiadarse de mi y al quitarme la capucha y verle con la mirada clavándose en mi, intentando comprender los motivos que me llevaban a luchar en contra de mi misma para conseguir obedecerle más allá de sus propios deseos, mis lágrimas brotaron de alegría, y si no hubiera sido por mis cadenas que no me lo permitían me hubiera tirado a su brazos para cobijarme en su pecho. Me quitó cada cadena con presteza para no alargar más mi sufrimiento mientras yo, ya tendida en el suelo con su permiso, lloraba desconsolada por el choque de emociones que se agolpaban en mi pecho. De nuevo me recogió en sus brazos, ahora desnuda, me trasladaba a mis aposentos para atarme de nuevo a la cama y me llenaba las muñecas y los tobillos de besos mientras me colocaba los grilletes… solo que esta vez me colocaba con la cara hacia abajo en vez de mirando al techo, yo intentaba sofocar mis sollozos que parecía ya poder controlar cuando de repente se encaramó a mi cama y colocándose de rodillas entre mis piernas y cogiéndome con las manos por las caderas introdujo en mi su verga erecta sin previo aviso haciéndome creer que me estallaría de dolor. Creí que era otro castigo y mi llanto se acentuó de nuevo ante la frustración de creer que hiciera lo que hiciera, no sería de su agrado y deleite y sería castigada igualmente. Pero sus movimientos cambiaron y la brusquedad y el dolor se convirtieron en una gran ración de placer. Su cuerpo se amoldaba al mío sintiendo su piel cada vez más pegada a la mía, yo me sentí volar comprendiendo que lo que estaba pasando no era ningún castigo, sino que más bien me recompensaba por mi voluntad y ofrecimiento. Dejé de pensar de nuevo para entregarme por completo a él y al placer que me proporcionaba.

- Recuerda que no puedes correrte – me susurró en el oído al escuchar que mis gemidos se hacían más seguidos y más profundos.

Tuve que realizar un gran esfuerzo por no hacerlo, pues yo creía que si no lo hacía me desmayaría por la delectación administrada. Por fin sus movimientos se acentuaron aforrándose a mis caderas con fuerza y desesperación y una sensación cálida cubrió mi espalda justo después de retirar su miembro precipitadamente de mí.

Continuó lamiéndome con su boca apresuradamente y me ordenó que me corriera. No me costó obedecer mientras lo movimientos de su lengua me hacían gritar y gritar hasta no poder más y abandonar mi cuerpo por completo a las fuerzas que la naturaleza quisiera aplicar sobre él. Estaba extasiada…

Mi amo se levantó y me deshizo todas las ataduras de mi cuerpo, liberándolo por completo. Mientras me acariciaba la cara con el lado exterior de su mano me dijo…

- Descansa, te lo has ganado.

10 comentarios

Kitty -

Ohh Señor cómo te echo de menos!!

Elisabeta -

También encontré este blog buscando saber del blog del Señor de las Brumas,espero que siga feliz en su retiro como dice Kitty.Un abrazo.

Kitty -

Mi Señor se retiro, pero está feliz con su decisión.

Saludos,

Kitty

Passionata -

Donde esta el Señor de las Brumas?... le he buscado... su Blog a desaparecido... provocandome infinita Tristeza... Podria Ayudarme?

Alycia -

Mi Señor, me alegro que le haya gustado.

Fantasía, espero no te haya escandalizado, como madre me refiero, jejeje, muas.

Amor, ya sabes que tu me digas eso me abruma, gracias.

maría, jajaja, sorprendida?

ypariolaabuela, muchisimas gracias.

Quizas cambie de tema en los proximos dias. para que no os pille por sorpresa... es que si no me aburro... jejeje

ypariolaabuela -

Magnífica... si señor.

María Lasciva -

wow! Vaya relación tenéis tú y el señor de la mansión! Que la disfrutéis!
**besitos lascivos**

amor -

Gracias mil por vincularme, Alicia. Di o piensa lo que quieras, digan o piensen: escribes muy bien, muy correctamente, no caes en errores f‡ciles, no aburres. Ya sabes que yo sigo all’ y aqu’. Un beso fuerte, de
Amor

fantasía -

¡Uy! ¿he interrumpido algo? me voy enseguida, sólo he entrado para darle un pañuelo a Alicia..(lo siento)

El Señor de Las Brumas -

Bien, bien, bien...
Me ha gustado sentir el relato de tus sensaciones aquel día.
Sé que no has tenido ocasión de arrepentirte.
Desde entonces has aprendido mucho y déjame que reitere lo orgulloso que estoy de tu aprendizaje y entrega.
Pero eso será motivo de otra historia...¿no?

Acerco mi mano a tu mejilla. Puedes lavarla con tus lágrimas, cubrirlas con tus besos. Tienes mi permiso.