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Alycia...

Princesa descalza

Princesa descalza

La historia que a continuación nos ocupa sucedió hace mucho, mucho tiempo...

Hace tantísimos años, había una pequeña princesita de ojos azules y cabellos dorados al sol que vivía en un reino lleno de colores y de flores, de prados inmensos verdes, llenos de aves y mariposas revoloteando. De cielos azules brillantes. De estrellas fugaces…

Por el cumpleaños de la princesita, un año, trajeron a un cuenta-cuentos para contarle una de sus historias a la pequeña como regalo y como distracción para la ceremonia. El cuento trataba de amor, de grandes pasiones… y, la princesa, que nunca había sentido lo que aquel hombre describía, quedó fascinada y le preguntó:

- ¿Qué es amor?

A lo que el hombre respondió:

- Un día, alguien se pondrá delante de ti, y sin que puedas explicarte cómo, lo sentirás, y ya no podrás vivir sin esa persona.

La pequeña lo supo al instante, aquel hombre, le hacía sentir todo aquello que describía en sus cuentos. Pero nunca se lo dijo por vergüenza a que en el reino todos se enteraran.

Unos días más tarde, el cuenta-cuentos se marchó del reino de la princesita para seguir su camino, la princesita, fascinada por todas las historias que le había contado durante esos días le pidió que le enviara sus cuentos, para poder seguir leyéndolos, y él le prometió que lo haría.

A veces, tardaban tantísimo tiempo en llegar que la princesita se impacientaba cada vez más por leer el siguiente y el siguiente... Y mientras esperaba el próximo relato, se imaginaba por los prados de su reino que era a ella la protagonistas de esos relatos y repetía sus palabras una y otra vez como si estuviera recordando el momento en que él  se las hubiera dicho y mientras las recordaba, siempre sonreía…

Mientras pasaba el tiempo y con el tiempo ella se prometió con un príncipe del reino vecino, porque sus padre, que eran gente de costumbres y de una gran reputación, lo habían dispuesto asi.

Una princesa nunca deja de sonreír. A no ser que salga de su reino. ¿Y por qué saldría una princesa de su reino? ¿Por qué seria capaz de abandonar a su familia y a sus amigos?

Un día no llegaron más cuentos, y pasaron los días y los días esperando, la princesa estaba muy triste, la princesa ya no salía por los campos... hasta que un día llegó una carta del cuenta-cuentos para decirle que ya no podría escribirle más cuentos, porque ahora podía vivirlos con otra persona. A nuestra princesita se le puso un nudo en el estómago y las palabras la estrangularon todas a la vez, eso ¿Qué quiere decir? Se preguntó ella, el cuenta-cuentos no lo describía en sus relatos...

Quizás en esos momentos era mejor que no le dijera nada, pero quizás, sin decirle absolutamente una palabra se lo diría todo… ¿cómo no equivocarse? Y ¿por qué le surgen tantísimas preguntas? Está claro que aquel hombre no le escribía los cuentos a ella nada más... y ella estaba prometida a otro principe y que hacía mucho tiempo que no se veían, sino, ella hubiera sabido que él tenía a otra persona.

Además ¿realmente le quiere? ¿Por qué le importa tanto entonces que le diga a ella que la quiere? Es más, debería alegrarse por él, igual que él se alegra de que ella tenga a alguien que la quiere, ya se lo decía en la carta. Pero no le decía nada más, esta vez no había sentimientos con los que fantasear. Esta vez estaba vacía… pero era peor que una hoja en blanco…

Y la verdad si que se alegró.

La princesa suponía que echaría de menos sus cuentos, los que le escribía a ella sin que él mismo lo supiera.

Pobre princesita, se sentía como alguien a punto de suicidarse en su casa y como si de repente, mientras en los últimos segundos de vida que le quedasen quisiera hacer un repaso de ésta, de sus momentos más felices, como buscando un motivo para quedarse… suena el timbre de su puerta y entonces tiene un dilema, porque sabe que si se decide a abrir, ya no se suicidará, pero cree que es políticamente incorrecto suicidarse mientras alguien espera a que le abran.

Es como un niño que ve pasar el verano sentado en el borde de una piscina vacía esperando a que su padre se la llene, a pesar de que sabe que solo tiene que abrir un grifo…

Es como guardar unas latas de cerveza medio llenas, medio vacías, en la nevera que se ha compartido esperando que la otra persona vuelva, porque piensas que si las ha dejado ha sido porque va a volver a buscarlas, a pesar de que tu sabes que no lo hará, porque resulta que está con otra persona, en otra casa y durmiendo entre otras sábanas que no son las tuyas…

Quizás sólo sea el deseo, o la esperanza de que su propia fantasía se hiciera realidad y se ha pasado esperando toda una vida, así que cuando ve que la persona que tendría que hacerla realidad, hace que sea realidad la de otra persona parece tocar con la punta de los dedos los confines de la tristeza y de la soledad, que a menudo suelen tener el mismo reino… desde entonces se convirtió en una princesa triste, sin alma y sin reino…

 Un día la princesita salió a pasear por el campo y paseó y paseó y paseó hasta que ya no pudo más y ya no pudo vovler.

  Llegó a un reino cercano, y preguntó a todo los habitantes de allí si le conocían, y a pesar de que todos le habían visto ninguno sabía donde encontrarle. Y siguió caminando y caminando hasta no poder más. Y llegó a otro reino y a pesar de que a todos los habitantes a los que preguntó le conocían, ninguno supo decirle a nuestra princesa donde encontrarlo. Y andó hasta llegar al próximo reino, y despues hasta el siguiente y asi hasta desgastar sus zapatos y siempre obtenía la misma respuesta y siempre seguía caminando... una princesa nunca debe salir de su reino. Porque eso le borra la sonrisa..

Desde entonces, la princesa camina descalza y hay gente que dice que la ha visto pasear por las playas y por los campos, pero que siempre va triste y que siempre va llorando.

No sabes cuanto te he querido

No sabes cuanto te he querido

No sabes cuanto te he querido,
olvidarte es saber que no hay forma,
ahora tengo que aprender a desnombrarte,
con los ojos más que con la boca.

Sigues siendo la dueña,
del gigante que se esconde en mi silencio

Has cambiado mi forma de mirar,
has cambiado el sentido de las calles
Caminar sin ti, no es del todo andar
has llenado los semáforos de sangre,

No me morire, pero ya verás,
como no sabré esquivar los vientos que te nombran
No me cansaré, de pensar que estás,
a mi lado pero no como una sombra.

Y no sabes, que aún cocino para ti,
y no sabes, que dibujo tu perfil con las frases,
que hace tiempo te escribí. Con las frases,
que ahora estallan junto a mi

Y no sabes, que no debes sonreir,
no me abraces, que no sabré salir de los besos,
que de pronto no me das, de este fuego
que me alumbra, cuando no estás

Has cambiado mi forma de mirar,
has cambiado el sentido de las calles
Caminar sin ti, no es del todo andar
has llenado los semáforos de sangre,

No me morire, pero ya verás,
como no sabré esquivar los vientos que te nombran
No me cansaré, de pensar que estás,
a mi lado pero no como una sombra.

 

PD.- Os dejo una cancioncilla hoy viernes, para el fin de semana, porque es sin duda la letra más bonita que he escuchado nunca. De Paco Bello (Nauta) y que me la prestó una tarde mi amiga Simba... (Gracias, que te ai loviu loquita) Espero que os guste

Al Señor de las Brumas IV y fin de la historia

Al Señor de las Brumas IV y fin de la historia

Mi cabeza hundida en su pecho, aun no comprendía muy bien lo que estaba pasando entre nosotros, sin embargo no me preocupaba en absoluto en aquel momento, quizás ahora que la relación ha tomado ya su forma me preocupe más la realidad de esta nueva relación.

Me condujo a unos aposentos que más tarde serían los míos, era todo demasiado ostentoso, con un gusto exquisito, pero en cada rincón de aquel lugar era una demostración de su poder, el ser amante de un personaje así me atraía aun más, está claro, como he dicho al principio del relato, era la heredera de una gran fortuna a la muerte de mis padres, me gustaban los lujos. Me dejó sobre la cama con toda la delicadeza que se puede dejar a un ser tan vulnerable como me sentía yo en aquel momento, se quitó el batín que cubría su cuerpo y quedó vestido únicamente con unos pantalones de seda negra, dejándome ver su torso cubierto de escaso vello. Sin duda era un hombre atractivo a mis sentidos, con gusto y dominante. ¿Cómo no iba a sentirme atraída hacia él? Me desabrochó la bata bruscamente, haciendo saltar los botones por los aires y sin quitármela me cogió la muñeca y acercándola al cabecero colocó un grillete alrededor suya. Lo mismo hizo con la otra mano. Se daba paseos de un lado al otro de la cama para llevar a cabo las operaciones de atarme a los cuatro extremos de la cama, poniéndome cada vez más nerviosa, más impaciente. En frente de la cama, un armario enorme y robusto de madera fue abierto ante mis ojos por él, a cada lado, en el interior de las puertas abiertas y en su interior en varias baldas había colocadas minuciosamente una serie de artilugios que no había visto en mi vida, pero a los que no me hacia falta haber visto para saber cual era su fin. El dolor físico era algo que me daba pánico. Me puse nerviosa, estaba asustada, pero recordé lo que Pedro me había dicho y pensé en cómo me había sentido en los brazos del que dejaba de ser un desconocido…

- Escucha Alicia, estás aquí para entregarte a tu Amo como sumisa hasta que él te repudie si así lo desea. - El hecho de encontrarme atada a la cama y escuchar su voz de repente hizo manar gran cantidad de flujo a mi vagina Aquella afluencia de hormonas retiró de mi mente mis reticencias y me hizo desear gritar que acelerasen los prolegómenos y comenzar a vivir mi vida de esclava sumisa con él.

Una voz que no era la suya, sino la del mayordomo que anteriormente me había abierto la puerta del salón, empezó a hablar de mi contrato de esclavitud. Hablaba de que en presencia del Señor mi ser carecería de personalidad, sería simplemente un cuerpo a su servicio y capricho sin más limitación que no matarme ni mutilarme. Que mi cuerpo podría ser prestado, prostituido, vendido o regalado permanentemente a quien mi dueño quisiera, subrogándose mis carnes con el nuevo dueño en todas las obligaciones que con el anterior. También que este cuerpo sin alma podría ser torturado o castigado a voluntad del Amo o de cualquier otra persona que el dispusiese sin necesidad de ninguna justificación.

El enunciado del contrato era extenso, pero no escuché gran cosa de la interminable lista de obligaciones y de pautas de conducta que me imponía la firma de aquel papel absorta como estaba en las fantasías que incesantes me venían a la cabeza con aquel hombre.... el mayordomo, sin embargo, seguía leyendo,

- … y este contrato se firma en un solo ejemplar que quedara en posesión de la parte denominada Amo.

- ¿Aceptas, Alicia, ser mi esclava en las condiciones que se te han dado a conocer? - Acepté, deseando que la sesión empezara de una vez…- En sus manos llevaba un collar de cuero negro que colocó alrededor de mi cuello - Yo te declaro mi esclava, Alicia, que será al único nombre al que responderás en adelante ante mi presencia y ante quienes me digne a entregarte en cualquier forma de explotación de tu cuerpo. Este collar y los demás atributos que se te impondrán serán el signo de tu sumisión. Ahora serás bautizada. Inmediatamente apareció ante mí su enhiesta polla que, intuyendo la intención de meter en mi boca, engullí sin reparo alguno. Me dediqué con toda mi habilidad a extraer el jugo de sus testículos hasta que, retirando su polla, eyaculó en mi cara. Debido a la excitación que me poseía a esas alturas, casi sin poder evitarlo un orgasmo me recorrió la espalda haciéndome suspirar de placer.

Un relámpago me sobrevino en la cabeza cuando estallo algo sobre mis nalgas. Un grito salió por mi boca desgarrando mi garganta y haciendo saltar las lágrimas de mis ojos.

- Mal empiezas. Hace unos minutos que has oído el reglamento de conducta. Ningún orgasmo sin mi autorización. – El deleite de sentir cada una de las tiras de cuero latigando mi cuerpo, demostrandome que él me ordenaba me hizo sentir más placer aún...

Ya no tenía dudas, me gustaba ser su esclava, me gustaba no pensar, me gustaba la entrega total de mi cuerpo para siempre, sin rectificación posible. Hubiera querido en ese momento que mi Amo se entregase a mi por completo y me dejara hacerle y devolverle todo el placer que me estaba proporcionando, la impaciencia de sentirle dentro, de sentir su cuerpo junto al mío, de que su deseo fuera tan grande como el mío…

Tras aquello, y tras desencadenarme de la cama, me enganchó una cadena al collar de acero y nos dirigimos, yo gateando, a un enorme cuarto de baño. Después me duchó sin omitir introducir sus dedos en mis dos agujeros bien profundamente para limpiarme. Una vez seca me hizo subir y ponerme a cuatro patas sobre una camilla de operaciones. En ese momento entraron en el baño dos hombres bien fornidos y uniformados y mi Amo me ordenó enseñar mis agujeros y me colocó las piernas de forma que al inclinar la cabeza en gesto de adoración estos quedaran bien a la vista de los presentes.

- Te gusta esta postura, eso puede ser un verdadero peligro para mi – chiscó los dedos y los dos hombres fornidos que acababan de entrar en la sala me engancharon del collar y me pusieron de pie delante de mi amo. Temerosa pro el tono que había utilizado en y en consecuencia, estremecida por la sospecha de una reprimenda de Mi Amo, quedé colgada por las axilas de las manos de los dos fortachones llorando ante mi amo y suplicando perdón por lo que aun no sabía que había hecho mal. – Alicia - dijo en un tono aterciopelado mientras me acariciaba la cara con ternura – será mi alumna predilecta, tienes algo que aun no sé que es… pero intuyo que eres un diamante en bruto… solo hay que pulirte un poco y seguro que el resto lo harás muy bien. Pero no puedo permitir que te exciten y sientas que eras la dueña de tu cuerpo. Porque es mío y por tanto yo he de ser el dueño de todo tu placer… - bastó un nuevo gesto para que los hombres que me sostenían se pusieran manos a la obra.

Entre los dos hombres me desnudaron por completo y colocaron unas tobilleras con una barra separadora abierta al máximo que permitían mis piernas y flexionando estas me ligaron las muñecas a los muslos mediante anchas correas de cuero. Después me introdujeron un consolador de grueso calibre en mi vagina y sellaron mi ano con un gran tapón anal y ambos falsos falos fueron retenidos por otra correa de cuero sujeta desde mi vientre a mis riñones a un ancho cinturón, también de cuero. Me encasquetaron una capucha que no me permitía ver ni oír y una mordaza de bola en la boca. Así me abandonaron durante un tiempo al cabo del cual yo me sentía agonizante, pero me hacía seguir manteniéndome sin enfrentarme a mi nueva condición la idea de impresionarle a él y que viera en mí algo especial, algo que no le hiciera cambiar de opinión acerca de que yo, sería su alumna más aventajada.

Cuando volvió y me vio allí, postrada en la misma postura en que me había dejado, con las rodillas enrojecidas de tenerlas clavadas al suelo, con la cabeza agachada rendida ya de pensar que no volvería a por mí. Con los pies dormidos de no poder moverlos. La ternura que debí inspirarle le hizo apiadarse de mi y al quitarme la capucha y verle con la mirada clavándose en mi, intentando comprender los motivos que me llevaban a luchar en contra de mi misma para conseguir obedecerle más allá de sus propios deseos, mis lágrimas brotaron de alegría, y si no hubiera sido por mis cadenas que no me lo permitían me hubiera tirado a su brazos para cobijarme en su pecho. Me quitó cada cadena con presteza para no alargar más mi sufrimiento mientras yo, ya tendida en el suelo con su permiso, lloraba desconsolada por el choque de emociones que se agolpaban en mi pecho. De nuevo me recogió en sus brazos, ahora desnuda, me trasladaba a mis aposentos para atarme de nuevo a la cama y me llenaba las muñecas y los tobillos de besos mientras me colocaba los grilletes… solo que esta vez me colocaba con la cara hacia abajo en vez de mirando al techo, yo intentaba sofocar mis sollozos que parecía ya poder controlar cuando de repente se encaramó a mi cama y colocándose de rodillas entre mis piernas y cogiéndome con las manos por las caderas introdujo en mi su verga erecta sin previo aviso haciéndome creer que me estallaría de dolor. Creí que era otro castigo y mi llanto se acentuó de nuevo ante la frustración de creer que hiciera lo que hiciera, no sería de su agrado y deleite y sería castigada igualmente. Pero sus movimientos cambiaron y la brusquedad y el dolor se convirtieron en una gran ración de placer. Su cuerpo se amoldaba al mío sintiendo su piel cada vez más pegada a la mía, yo me sentí volar comprendiendo que lo que estaba pasando no era ningún castigo, sino que más bien me recompensaba por mi voluntad y ofrecimiento. Dejé de pensar de nuevo para entregarme por completo a él y al placer que me proporcionaba.

- Recuerda que no puedes correrte – me susurró en el oído al escuchar que mis gemidos se hacían más seguidos y más profundos.

Tuve que realizar un gran esfuerzo por no hacerlo, pues yo creía que si no lo hacía me desmayaría por la delectación administrada. Por fin sus movimientos se acentuaron aforrándose a mis caderas con fuerza y desesperación y una sensación cálida cubrió mi espalda justo después de retirar su miembro precipitadamente de mí.

Continuó lamiéndome con su boca apresuradamente y me ordenó que me corriera. No me costó obedecer mientras lo movimientos de su lengua me hacían gritar y gritar hasta no poder más y abandonar mi cuerpo por completo a las fuerzas que la naturaleza quisiera aplicar sobre él. Estaba extasiada…

Mi amo se levantó y me deshizo todas las ataduras de mi cuerpo, liberándolo por completo. Mientras me acariciaba la cara con el lado exterior de su mano me dijo…

- Descansa, te lo has ganado.

Al Señor de las Brumas III

Al Señor de las Brumas III

Las últimas indicaciones que me dio Pedro fueron claras y sobre todo hizo hincapié en que me comportara tal y como era, con naturalidad y frescura, que fuera yo misma y me sintiera cómoda, a pesar de que le tenía que obedecer en todo a aquel desconocido, que disfrutara de la velada y me lo pasara bien porque no se trataba de otra cosa.

Me puso una bata de terciopelo rojo con las mangas ajustadas y sobre mangas del mismo color que caían entre mi cuerpo y mi brazo en forma de hoja y llegaban casi al suelo. Se ceñía a mi cuerpo hasta la cintura a partir de la que caía una gran falda pesada de vuelo. Dándome un aspecto de dama medieval algo siniestra.

-                          Ahora baja al salón, él te espera para cenar. – Miré a Pedro con un aire de incertidumbre en mis ojos – relájate no estés nerviosa, confío en ti y se que lo harás bien. – me besó en la mejilla como si fuera un padre dándole los últimos consejos a su hija que va a entregar al hombre que la espera en el altar y se marchó. Fue la última vez que vi a Pedro.

Bajé las escaleras y me dirigí hacia el salón, en la puerta del mismo me encontré con un hombre que parecía ser, y que finalmente así resultó, un mayordomo. Me miró con desdén y me abrió la puerta y me condujo a un salón redondo, rodeado de columnas, iluminado escasamente por algunas velas que adornaban las columnas y una chimenea que se presentaba en frente de un enorme y ostentoso sillón. Por alguna extraña razón yo me había trasladado a otra casa, a otro lugar, sin embargo, no me sentí atemorizada en ningún momento, ni perdida… entré en línea recta y mis ojos solo podían fijarse en los del hombre que esperaba en el sillón y que presidía aquella sala… el mismo hombre que por la mañana había estado en el cuarto tocándome, el mismo que había clavado su mirada en mi mientras atada me llenaba de placer con un par de dedos, me inundaba el deseo de saber más de él, deseo que me impulsaba como una pantera en celo que no se fía del sexo contrario pero que sabe que al final terminará doblegándose ante él porque realmente disfruta con ello… y él lo sabía, por eso nuestras miradas se cruzaban incesantes.

Un gesto de su mano hizo que me parara en medio del salón, sus fuertes manos se apoyaron en los brazos del sillón y todo su cuerpo se levantó de este haciéndome sentir pequeña e insignificante, no temerosa, pero su autoridad era patente en aquella sala, en ese momento agaché al mirada.

-                          ¿Me deseas?  - me preguntó mientras me rodeaba intimidándome.

-                          Sí -  la voz temblorosa y llorosa hizo salir por mi boca un sentimiento que yo desconocía en mi interior, caí al suelo de rodillas, entre sollozos, aceptando de este modo la condición que me había venido dada, era lo que era. A pesar de haber dejado a Pablo por como era él. A pesar de haberme creído que estaba platónicamente enamorada de Pedro. Yo no buscaba sino lo que el hombre que ahora me preguntaba abiertamente lo que quería me ofrecía. Porque aquello que se me daba en bandeja de plata ante mis ojos en ese momento, era sin duda, lo que había buscado sentir durante muchos años…

Él me recogió del suelo entre sus brazos, fuertes y que me llenaron de seguridad. En la brusquedad de sus actos yo sentía la sensibilidad que necesitaba sentir, la protección que tanto añoraba desde la muerte de mis padres, el amante que me haría sentir una mujer, el Amo y Señor de todas mis fantasías desde que era una niña… y aunque está claro que terminaré de contar la historia y de lo que pasó a partir de ese momento, en aquel instante en el que Mi Señor y yo firmamos un contrato verbal en el cual nos pertenecíamos el uno al otro, nos encontramos ambos en el sitio en el que siempre habíamos querido estar…

Al Señor de las Brumas II

Al Señor de las Brumas II

Cuando Pedro se marchó y me dejó en la cama ya sin mis ataduras y pensando en ese amigo que traería al día siguiente, me dije a mi misma que no podía defraudarle, quería que se sintiera orgulloso de mí. A fin de cuentas, desde la muerte de mis padres, Pedro se había hecho cargo de mí y se había convertido en mi protector. Y esa situación me resultaba agradable y me hacía sentir cómoda. Pero y si el hombre que trajera Pedro no me gustaba o me trataba mal o me hacía daño… me daba miedo, y al mismo tiempo me auto convencía de que Pedro no me pondría en peligro. Inmersa en estos pensamientos me quedé dormida.

Un placer en mi entrepierna hacía que me retorciese de gusto a la vez que me iba despertando. Una mano desconocida serpenteaba en mi sexo hábilmente, Pedro permanecía apoyado en el marco de la puerta observando mi repuesta ante tal estímulo. Un hombre alto, fornido, aproximadamente de la misma edad que Pedro, vestido con ropas muy cómodas y de telas exquisitamente ostentosas alargaba un brazo fuerte que terminaba en una mano de gran tamaño que serpenteaba en mi sexo. Mis muñecas estaban de nuevo sujetas al cabecero de la cama, aunque esta vez los pies no, yo no puse objeción alguna ante tal situación, y lo cierto es que si el día anterior mi sexo respondía sin querer con Pedro, aquel extraño de mirada penetrante hacía que me retorciese de placer conscientemente y eso me excitaba aun más. Llevaba el pelo largo, muy cuidado, liso, negro como la noche y brillante como el charol. Yo rogaba a Dios para que no cesara el movimiento de sus dedos por nada del mundo. Pedro sabía rodearse de gente muy selecta, desde luego este caballero lo era, no solo por lo ostentoso de su ropa, también en sus gestos, en su mirada… en general su forma de moverse por la habitación sin dejar de atraparme en su mirada y en su mano.

-                          Está bien educada – le dijo a Pedro con una voz que me enamoró. Masculina. Grave. Segura y a la vez delicada. – Si se sigue portando así de bien tendré que comprártela… es preciosa. – alargó la mano con la que había estado masturbando mi sexo a mi boca y mirándole a los ojos le pedí permiso para poder saborear el néctar del que estaba impregnada. Con un gesto me dio permiso acercándome aun más la mano y yo le dediqué una pequeña felación a cada uno de los cinco dedos que componían la mano más hermosa que había visto en mi vida en un hombre. Por su aspecto se notaba que se las cuidaba con celo, seguramente tocaba algún instrumento musical.

-                          Te lo dije… - Le iba diciendo Pedro mientras se marchaban y cerraban la puerta del cuarto.

De nuevo sola, de nuevo atada y principalmente con ganas de sentir a aquel hombre misterioso terminar la tarea que había empezado con sus dedos, necesitaba saciar mi curiosidad sobre él… porque con él había tenido la misma sensación que cuando entras a una discoteca y ves que en la otra punta de la barra hay un hombre que te gusta demasiado y sientes la imperiosa necesidad de ir a coquetear con el a pesar de que algo en tu interior te dice que no debes y esa misma sensación te hace seguir adelante. Pues eso mismo me pasaba a mí con él. No le había visto nunca, no le había odio hablar antes, nunca habíamos estado en la misma habitación cruzando nuestras miradas por un golpe del destino, y sin embargo sentía como ardía por dentro el deseo que iba consumiendo mis entrañas de ser poseída por él, de ser suya, de que no mirase a nadie más como a mí… y desde ese momento ese deseo se convirtió en fin y objetivo de mi existencia sin apenas darme cuenta de ello.

Por la tarde vino pedro a traerme algo de comer y a desatarme para estar lista y dispuesta para la visita de aquel hombre. Me advirtió que sería muy importante para mí si lo hacía bien, y que sobre todo no tuviera miedo, que no me haría ningún daño. Dejó encima de la cama unas medias con costura atrás en negro, un liguero y un corsé a conjunto que apenas me sujetaba sin taparme los pechos. Unos zapatos de tacón negros y me pidió que me maquillara sin exageraciones y me arreglara el pelo, las uñas y me afeitara por completo. Que fuera breve y que le avisara cuando terminara.

Así lo hice y Pedro me dio su visto bueno. Estaba lista para empezar la sesión con el que Pedro llamó SEÑOR DE LAS BRUMAS.

Al Señor de las Brumas

Al Señor de las Brumas

Mis padres murieron después de que cumpliera los 20 en un accidente de coche dejando una fortuna a mi disposición pero que me administra el abogado de la familia, él me provee de todo lo que me hace falta en cuanto al aspecto financiero. Siento mucho empezar mi relato con un tema tan frívolo como el dinero, pero los tiempos que corren y para el total entendimiento de la historia que voy a relatar es imprescindible.

Pedro, el abogado, llegó a casa sobre la 1:00 p.m. a darme la noticia, él es como un tío para mí y siempre le hemos dado un trato muy familiar, un hombre bien cuidado, de unos 48 años y muy atractivo de trato muy agradable. Cuando las palabras accidente y padres salieron por su boca y en una misma frase me sentí perdida y desamparada, sola, y sin saber muy bien hacia donde se dirigirían mis pasos ahora, ¿cómo iba yo sola a resolver todos los asuntos que mis padres se ocupaban antes? Es lo malo de vivir en una casa donde te crían con la prerrogativa de saber que todo está resuelto hagas lo que hagas, se me echaron encima todos los socios de mi padre y los bancos me volvían loca con todas sus llamadas y sus ofertas de inversiones que yo no entendía, yo no tenía ni idea de cómo llevar una empresa, o qué hacer con las acciones de mis padres… Pedro en seguida me dijo que no me preocupara, que entre los dos buscaríamos la solución y que lo mejor sería que de momento, mientras preparaba papeles me fuera a la casa que tenían mis padres en la sierra y descansar.

Así que prepare mi equipaje y prepare la camioneta y me fui para quedarme tres semanas, cuando llegué me sentía sola, llamé a Pablo, un ex novio mío al que dejé por su afición a irse con extraños para tener sexo, me dijo que estaría encantado de pasar unos días conmigo y que se llevaría un par de amigos que teníamos en común, me pareció bien.

Empecé a limpiar toda la casa y luego me fui a dormir. Como iba sola, me lleve mis juguetitos, para poder entretenerme, pero aunque lo intenté no tuve un buen orgasmo.

Al día siguiente decidí ir al supermercado antes de que llegaran mis invitados, para cuando volví ya estaban esperándome en la puerta de la casa. Y para mi sorpresa Pablo había venido con dos amigos que no esperaba, Pedro, el abogado, y su hijo de 18 años, Sergio… al principio no me pareció raro, Pedro también era el abogado de la familia de Pablo, y les invité a entrar y a tomarse algo, Pedro me preguntó que si quería que me preparase una copa para mi también mientras recogía la compra y acepté. Nos la tomamos mientras charlábamos, lentamente una somnolencia se fue apoderando de mi hasta que me quede dormida en el sofá.

Para cuando desperté me vi desnuda y atada de las muñecas y de los tobillos al cabecero y los pies de mi cama en forma de X, tenía un vibrador en mi ano y otro en mi sexo, apagados, pero tenía ciertas dudas de si durante el tiempo que había estado dormida, no se cuanto, hubieran permanecido así, apagados. Pablo entró en la habitación, su sexo estaba inhiesto, señalándome, como si me estuviera avisando… a los pocos minutos entró Pedro, en las mismas condiciones, poniéndose cada uno a un lado de la cama donde yo permanecía atada.

Yo empezaba a asustarme de verdad, porque Pablo y yo a veces habíamos jugado a cosas así, pero nunca aprovechando un desvanecimiento mío. Sergio entro al buen rato, pero su sexo estaba flácido. Pedro le regañó por ello, Pablo le dijo que era normal siendo la primera vez y teniendo una mujer como yo atada, desnuda, y con dos caballeros como ellos dos allí presente, siendo además, uno de ellos su padre. Sergio pronto se recuperó de la situación, supongo que al decirle Pablo que me mirara su mente se llenó de ideas…

- Alicia – Me dijo Pedro sacándome el vibrador de mi sexo y acariciándomelo con una mano y la cara con la otra – no temas, Sergio va iniciarse en el arte de la dominación y cuando invitaste a Pablo pensamos que sería una buena idea que fuera contigo. Pablo nos ha hablado tan bien de ti… - yo no podía hablar nada pues tenia una pelota de goma en la boca unida a una mordaza… pero mis ojos lo decían todo - no temas pequeña, nosotros cuidaremos de ti…

Le hizo un gesto a Sergio para que empezara. Subió a la cama y se colocó entre mis piernas, yo me agitaba nerviosa para poder impedir que me penetrara, entonces Sergio me abofeteó fuertemente y me insultó ordenándome que me estuviera quieta… Pedro le quitó en seguida de encima de mí.

- Eres un estúpido… - me acarició la cara como si quisiera borrar de ella las marcas de las manos de su hijo - Ella no es un mero objeto, es un ser delicado que te dará mucho placer si lo sabes hacer bien… ¿verdad querida? – seguía acariciándome el sexo despacito y yo sin poder ni querer evitarlo debido al placer que recibía de aquella mano me sentía cada vez más húmeda. - ¿lo ves? – Sergio asentía con la cabeza – Tengo que proponerte un trato Alicia. Si te quito la mordaza, no gritarás y serás buena. - Yo asentí con la cabeza y Pablo me quitó la mordaza. – si consigues que Sergio se corra antes que tú con el vibrador en tu ano y siendo follada por él, te dejaremos en paz, si te corrieses tu antes que él, pasaremos el resto de las vacaciones aquí contigo haciéndote todo lo que deseemos – Apenas sin pensarlo respondí que si a aquel trato.

Sergio subió de nuevo a la cama y empezó a penetrarme despacito, notaba todo su pene dentro junto con la presión que sentía en mi ano y la excitación anterior con la mano de su padre, un suspiro de placer salió por mi boca como a cámara lenta, mientras Pedro aprovechaba para meterme en la boca su polla sin miramiento alguno, apenas podía respirar… y Pablo movía el vibrador con verdadera maestría en mi ano, apenas habían empezado yo me sentía cada vez más excitada en aquella situación, a pesar de lucha en contra de ello… Pablo debía sentirse discriminado por ser el único que no tenía metido su sexo en ninguno de mis agujeros y pronto se canso de mover el vibrador que sacó para reemplazarlo por su polla, un grito estrangulado de placer quiso salir por mi boca, pero el pene de Pedro me lo impidió, obligándome a seguir tragándomelo. Pablo bombeaba con fuerza, en eso, desde luego no había cambiado, en cada embiste mis gritos eran furiosamente acallados por el sexo de Pedro, no duré ni veinte minutos en esta situación cuando mi cuerpo empezó a sufrir una serie de espasmos que les anunciaron a todos que había perdido el trato, pero que a aquellas alturas de la reunión ninguno estaba dispuesto a parar para renunciar a su orgasmo.

Primero fue Sergio que se corrió en mi vientre precipitadamente mientras parecía que por aquel líquido blanquecino que depositaba sobre mi cuerpo perdía todas sus fuerzas y caía encima mío desplomado.

Después fue Pablo, aun no había terminado mi sexo de palpitar sentí como su pene parecía explotar dentro de mi ano y moría como pez fuera del agua entre golpes de placer, Pedro tardaba más, controlaba su sexo, era el más maduro y el que conocía mejor como quería sentir su orgasmo, Pablo, inquieto como ya he dicho antes, empezó a lamerme el sexo sin dejar apenas que me recuperase y Sergio se había marchado ya de la habitación.

Yo gritaba de placer, la lengua de Pablo se movía rápidamente por mi sexo, Pedro sin embargo me cogía la cabeza para que no pudiera parar a descansar, ni a respirar, cada vez me la empujaba con más fuerza y más adentro me la hacía tragar hasta que por fin se corrió en mi cara… después se marcharon todos y me dejaron allí sola.

Por la noche, yo estaba intentando dormirme, entró alguien a oscuras en la habitación. Traía un barreño con agua y una toalla. Era Pedro. Que me limpió y bañó cuidadosamente hasta dejarme bien perfumada.

- Solo de verte así ya se me pone dura – me dijo mientras se encaramaba a la cama para ponerse entre mis piernas dispuesto a penetrarme de nuevo. Apoyó su sexo en el mío, estaba excitantemente jacobino, y después del amante que me había demostrado ser por al tarde mi sexo respondía solo por mi dándole paso apenas sin mi permiso… - no hagas ruido o te castigaré – la situación de estar a oscuras, de sentir su peso encima de mi, sus movimientos circulares en mi sexo, sentir como mi cuerpo y el suyo se movían al compás, mis pechos moviéndose como si flotaran en el aire y mirándonos simplemente a los ojos sin poder si quiera suspirar de placer… no tardó en correrse, y yo, que estaba animada seguirle con sus embestidas para llegar al orgasmo llegué al mío también. Después me desató de las cadenas y me dijo, mañana te presentaré a otro amigo, pero es muy exquisito y selectivo con las mujeres, quiero que seas su regalo de bienvenida.

- Pedro – le dije en voz baja – Si querías esto de mí, me hubiera sometido a ti sin vacilaciones, pero también tendré yo algo que decir ¿no?

- Claro, pequeña, pero de momento, limítate a obedecer y a decir Señor cuando quieras que paremos.

SIDERAL

SIDERAL

1, 2, 3

Love, love, love

Voy contra el viento sideral

revoluciones que vendrán pero una estrella lleva tu nombre

Órbita espacial alcanzaré

Vamos, viene el viento de frente, óyelo, dejanos volar

porque llevo una misión propongo comunicación

satélites de una misma tierra somos

Looking for one conection respect betwen the nations

love, love, love is the only way

Voy contra el viento sideral

revoluciones que vendrán pero una estrella lleva tu nombre

one love one love

you are the only way

La tormenta ya pasó un cometa entre tu y yo

pista libre gritan

vi revolución buscando solución

año 3000 en el frente

me tiene loco este mundo roto, mi niña

Oye vi contradicción, tiembla Babylon

año 3000 pendiente

Voy contra el viento sideral

revoluciones que vendrán pero una estrella lleva tu nombre

you are the only way

 

 

Os dejo la letra de una de las canciones del disco de Macaco. Esta noche toca conciertillo y por una buena causa... un beso a todos y hasta el lunes 

BESAME TONTO

BESAME TONTO

Él me dio un beso dulce y tierno. Uno de los más excitantes que me habían dado en toda mi vida, podría ser porque fue el más deseado, y el más esperado.

Empezó con los labios juntos, eran tiernos y calientes y carnosos. Y me besaba la boca. La mejilla. La oreja. El cuello… hasta alcanzar cierto grado de excitación que  siguió con besos más intensos y húmedos. Para pasar a la lengua.

Primero, introdujo la punta de su lengua en mi boca  y me acarició los labios con ella. A estas alturas yo ya estaba entregada por completo a su boca y solo podía pensar que no quería que parase por nada del mundo. Entonces, él retiró su lengua y yo, como por inercia, le seguí con la mía, aventurándome a más.

Cuando mis labios chocaron torpemente con los suyos, debido a la obnubilación que padecía ya mi razón producida por las sensaciones que aquella lengua me producía, él tomó entre sus labios mi labio superior, mordiéndolo y succionándolo suavemente, con la fuerza suficiente para no hacerme daño, pero sí para producirme una ola de placer que me recorrió toda la espalda.

Desde luego, solo pensaba en hacerle el amor, dulce y tiernamente y devolverle todas las sensaciones que me despertaba aquel deseado beso, tan esperado.

DESIDIA

DESIDIA

Domingo por la tarde, hace un calor bochornoso, es más que probable que esta tarde haya tormenta.

Estoy en la cama tirado y casi desnudo, acompañado por un montón de botellas de cristal, supongo que no hace falta que diga que todas ellas son de bebidas alcohólicas, supongo que no. Hace calor y la habitación se me hace demasiado pequeña… estoy a punto de perder el conocimiento, pero adivino su aroma entre el olor a alcohol del barato y a cerrado. Está demasiado oscuro para ver y puede que yo esté demasiado borracho. Pero reconozco su aroma y se que está ahí, porque puedo sentir que es mi ángel…

Se para justo delante de la ventana y adivino en su silueta cada una de sus formas hasta tener una imagen nítida de su cuerpo y no una figura plana en mi cabeza. Va tan ceñida como siempre, tanto que uno no sabe si va vestida o desnuda, solo te puedes fijar en las curvas, suaves curvas que hacen que uno se deslice suavemente hacia la locura que produce contemplarla. Solo puede ser ella. Su olor. Sus formas. Sus silencios… mi ángel…

Puedo sentir su mirada posándose sobre mí. Todo su deseo sobre mí. En ese momento comprendo que no estoy en mis plenas facultades, ni mentales, ni físicas, y que si se abalanzara sobre mí cual leona que acecha a su presa desde hace rato, yo no tendría escapatoria. Quiero ser devorado por ella. La deseo tanto o más que ella a mí. Mi ángel…

Ella asume su papel de gatita callejera intentado coquetear en silencio conmigo al ritmo constante de sus tacones. A ella le excita que la mire sin intentar siquiera tocarla. Sin duda le gusta. Y el hecho de que ambos permanezcamos en silencio no hace más que confirmar nuestro deseo.

Es demasiado elegante para ser una simple puta que se hace la calle. Yo no la pago porque sea prostituta. Ni siquiera porque tenga la necesidad de acostarme con una mujer. Es solo un trámite para poder estar con ella y contemplarla. Solo quiero estar con ella. Sentirla a ella. Sentir los movimientos de su cuerpo encima de mí. Ver su boca entornada entre jadeo y jadeo. Solo quiero que ella siga siendo mi ángel…

¿Qué puede suceder cuando una puta y un borracho se atraen?

El sexo es bueno, sin duda, ella es una profesional. Pero no es eso lo que realmente nos mantiene unidos. Lo que nos une es que somos dos seres solitarios que no se tienen más que el uno al otro. Yo acepto lo que es ella, y ella me acepta tal y como soy. No nos pedimos que cambiemos. simplemente, somos lo que somos, porque en este mundo debe haber de todo.

Puede que esto no sean más que las tonterías de un borracho tirado en un motel en una tarde de verano, encerrado y medio inconsciente o puede que simplemente se trate de mi realidad.

Alycia es...

Alycia es...

"Alycia no tiene edad desde hace mucho.


Es la canción triste de un piano
despues de una noche de borrachera.


Es boca que vuela alto
...es tristeza...



Alycia es la noche desnuda de estrellas.

Es una almohada mojada.



Es sonrisa ante la luz de sus ojos.

Es sangre encadenada...
sus brazos haciendo nudos en mi espalda




Alycia lo es todo...



... Alycia no es nada...







Alycia, princesa encantada.



Mirada perdida...

 

 

 

PD: como me has pedido Degenny (Ana), cógelo si quieres para tu página, me encantó tu proyecto y me siento alagada de que me lo hayas pedido. 

Día 7

Desconoces de ti
lo que yo reconozco;
transcribo tus palabras
traduzco tus silencios.

Mi cabello se pierde
en lo que eres
agua/pez/hombre
llama/abril/
septiembre
siete días.

La biblia callejera
promesa de otra vida.

Eres grano de sal
el sol basalto
pecho quimérico
antídoto a mi tristeza.

Hijo del sol
exclamación marina
espíritu energético
condensación sublime.

Tu nombre es como un himno
un patio bendecido.
Movimiento de caracol marino.
El abecedario cabe en tres letras.

Eres puente devoto
de mis lares y sueños.
Alumbramiento
de risas y de estrellas.

Si mis pestañas hablaran
dirian que eres latido marino,
luz de colores
palabra azul,
que con tu lengua quitas
la arena de mi cuerpo.

Mi risa en la mañana
mi faro
mi morada
mi ansiedad
mi atardecer húmedo
rumor, simiente
brújula
movimiento en palabra.

La mujer de Mar
es una gota apenas
un pensamiento,
arado, tinta
baile, cántaro
que contiene
el agua que derramas.

   y somos ambos
          separados
              la unidad.

Día 6

Hoy que nos llueve el amor
te digo que el mar levanta
la escritura ancestral.
Hoy el corazón entona
un himno amoroso
y la barca de tu ternura
arriba a mi playa
para escribir
mantras de paz.

Corazón de gota verde azulada
respiras largo pausado
desembocando de súbito
en mi complicidad.

Me provocas,
me precipitas hacia tu costado.
Alargas las manos
y es el oasis de mi boca
donde profundizas

Eclipsas los gemidos
con la multiplicidad
de tu noche
reflejada en mi espejo.

Reconoces la espiral
de mi nombre
que al paso de tu voz
es un deseo en la noche.

Eres el mismo
y el de antes
mío
tuyo.

Soy la misma
y la de siempre
mía
tuya.

Huerto y silencio
pisada como aullido
encuentras en mi
la abolición del miedo.

Día 5

 

Tiendo mi brazo
y encuentro que tu pecho
es el arco donde hay
un puente ancho.

Dejo resbalar lo sombrío
las tinieblas, el gesto solitario,
noctambulo amor mío
caes en mi para renacer
en la marea de la plenitud
de ser investido
con el secreto
de ser mar/vela/tierra/cielo.

Guía mi sueño desgajando la noche
repliega en mi los gemidos
la falacia de la eventualidad;
atraviesa conmigo
el valle obscuro
para tejer mil canto de pájaros
que en libertad nos cubre
de ensueños.

Día 4

 

Eres torrente delirante
voz suave de la mañana,
torbellino acantilado
sol que me viste de pasión
arena que se deshace en mis manos
conchas, guijarros,
noche que desvistes
para tocar mi vientre.

El viento lucha en mi cuerpo
entra en tu sueño a traves de mis muslos
y soy una vehemencia lluviosa,
un descanso entre truenos y susurros.

Se arrodilla tu sueño
y entras en mi,
como un acto de fe.

Día 3


Tu cuerpo es mi equilibrio
la tarde de lo no conseguido.
Mano que se detiene
agua en tus brazos
alas líquidas
que rompen la muralla.

Respiro a través de tu piel
en el mar de tu cuerpo matutino.
Marea de soles acuestas
en mil caricias declaradas
y nunca dadas.

Aroma de viento/lluvia/tierra mojada
mi cuerpo
olor a noche/agua/mar calmo
tu cuerpo.

Día 2

 

Huellas quietas en el huracán del deseo
reverdecen la vestidura del incendio
festín de llamas húmedas
visiones de tu alma
que rompen las horas vanas.

Escribo de ti, en ti
desencadeno las heridas, los días breves
la fuga del dolor.
Desnuda de ti
me viste de relámpagos.

Anda ojos de mar,
de ese mar que amo y amas.
Hombre piel de playa
entra bajo mi manto acuático
mirate en mi mirada.

Yo soy la miel y el cuerpo alegre
la boca clara, la mano que no duerme
el combate perpetuo de tus horas deshabitadas.

Tu eres la luz de extraños mantras
agua es tu cuerpo en mi
faro/barca/nunca ancla.

Día 1

Deseos no preparados en mis ojos
espejos de tus labios,
sangre/cuerpo/amado.
Niño callejero/valiente/súbito
resplandor de un caballo de mar.

Orilla de mis astros,
noche inmensa del lenguaje
que traspasa los oceános.
¿Quién eres?
¿De dónde vienes?
¿Por qué recreas mis amores
en un mundo de sílabas marinas?

Las nopticulas se dispersan
para ser un tesoro
encontrado en tu poesía.

La ciudad marina gana en risas
a la Mujer de Mar;
desata en ella tempestades
pulsantes de tu nocturnidad

Eres derecho y revés
visible e invisible
en los cuatro puntos cardinales
un puerto
un barco
un mar presente
que en luz se pierde
en la intemporalidad.

Diario de una puta... pesadilla

Diario de una puta...  pesadilla

La sangre manaba a borbotones de las grietas de las paredes de la inmensa habitación. La majestuosa lámpara de araña se mostraba orgullosa colgando en el centro del techo. Las sombras se contorsionaban mezclando penumbra y luz. Maraña de brazos, piernas y lenguas, que acariciaban otros brazos, otras piernas, otras lenguas, otros pechos y otros sexos. Un continuo susurro de suspiros.
Cinco mujeres, permanecían de pie, en cada pico de una estrella de cinco puntas inscrita en un círculo imaginario alrededor de la escena que estaban presenciando, en sus respectivos pedestales. Sus caras rosadas, llenas de vida, lloraban asustadas por su próximo destino.
Mis ropajes rasgados por su obstinación y lucha contra mi voluntad y mi séquito, descubrían mi cuerpo a las ansias que inundaban a mis agresores. Me causó cierto estupor observar a una de las mujeres, que permanecía imperturbable, en sereno silencio, mientras el resto lloraban desconsoladas. Parecía disfrutar con su visión.
Me besaban y me deshacían en caricias íntimas, donde las manos de unos, algunos incluso sus bocas, se perdían entre mis piernas. A pesar de sus incalculables edades, cada uno lucía un cuerpo joven. Pectorales formados y duros. Pieles tersas, sin arrugas, sin estrías, sin las imperfecciones propias de los mortales. El salón se saturaba del olor a sexo, haciendo que una entrara en trance. Otros tres se abalanzaron sobre mí lamiendo por entero cada resquicio de piel. No desvié ni un momento la mirada de la única doncella que no lloraba. No me hacía falta mirar, para saber lo que me hacían. Se muerde el labio inferior, mientras con una mano juguetea con el vello de su pubis.
Los gruñidos de la disputa, por la mejor posición, desencadenaron un violento altercado recordándome al banquete de unos carroñeros enfrentados por una presa muerta. Sólo uno pudo dominar a los otros y hundir su cara entre mis muslos. Uno de los perdedores lucía un profundo rasguño en la comisura de su boca. Otro compañero derrotado lamió sin dilación el labio ensangrentado. Sus bocas empapadas en sangre y saliva se deslizaban con el hambre propia de una bestia. Ambos, perdidos en la cegadora pasión de la lujuria, buscaron el sexo del ganador, el cual degustaron a la vez. Sus lenguas se enredaban mientras engrandecían más y más el ya inhiesto sexo del ganador.
Las jóvenes, desde sus escaños, sollozaban, pidiendo mi clemencia y su marcha. No sabía como podía evitar yo su inminente destino. La chica pelirroja, la única que permanecía serena, acariciaba sus pechos, embelesada por la escena. No pestañeaba. Sólo miraba con atención a las cuatro fieras devorándome, mientras sus manos cobraban vida propia y sus dedos hurgaban por las hendiduras de su entrepierna.
El rito estaba llegando a su culminación, cuando la bestia que tenía entre las piernas me penetró entró en trance y llegó a su clímax. Con el rugido de un animal, abrió su boca, exhibiendo cuatro afilados colmillos, que resaltaban sobremanera con la sangre de su barbilla. Quise levantarme a pesar de saber que no podría deshacerme de mis ataduras. Algunos trepaban por las paredes, con la cara marcada por el espanto. La única joven que parecía disfrutar del espectáculo dejó de masturbarse cuando se percató de mi situación. Se inclinó para que pudiera besar su boca. Su mirada ofrecía la calma, la paz eterna de una noche sin final. Lo entendí a la perfección, no entendía mi situación, sino la suya propia, y me volvió a besar. Cerró sus ojos para notar como mi lengua jugaba dentro de ella. Mientras aquella bestia aún permanecía dentro de mí. Muy dentro de mí. El placer recorrió todo mi cuerpo y por fin logré alcanzar mi apogeo cuando posó su mano derecha cerca de mi cuello. Palpó el acelerado pulso de mi vena yugular. Estaba nerviosa. Claro. Abrió repentinamente sus ojos cuando notó como las uñas de la bestia herían su piel. No dejó de besarme. Acarició mis mejillas a medida que separaba su cara de mí y volvía a su posición erguida. Un caudaloso riachuelo de sangre atravesaba su cuerpo entre sus pechos, su ombligo y rompiendo, por fin, en su monte de Venus, extendiéndose por su piernas como un mar de color rojo. Las bestias lamían su cuello, para navegar por el curso del arroyo. Deslizando su lengua por todo lugar donde había pasado su dulce ambrosia hasta besar su coño y beber de él como si de una fuente se tratase. Lamían lo más profundo de su bajo vientre, degustando un sinfín de sabores deliciosos, para su gozo. El cálido aliento de las bestias, erizaba su vello, sus rodillas temblaban, de excitación y miedo. Podía sentir como su vida se escapaba por cada convulsión de su éxtasis.
Las zarpas de un animal salvaje se posaban como mariposas sobre mi pecho. Lamió mi pecho, con cautela al principio y sin mesura después. Sentía como si mi cuerpo volviera por un instante a la vida. ¡Qué placer! Ansioso sus uñas arañaban mi torso mientras sus ojos azulados me miraban fijamente, a la par que su lengua resbalaba por mis pechos, a pesar de su aspecto, una vez que me dejé llevar, aquella bestia solo necesitaba amor. El pareció entender el cambio en mi mirada para convertirse en un amante perfecto. Mis heridas se cerraban por cada beso en mi entrepierna. Besaba, chupaba, lamía, mientras en sus ojos aumentaba la humanidad que la quedaba.
La muchacha, exhausta, cayó desmayada en los brazos de una de las bestias que lamían su cuerpo y la retiró de la estancia.
Mi bestia amante me penetró de golpe, con fuerza, requería caprichoso toda mi atención ahora que los dos estábamos de acuerdo. Me liberó de mis ataduras. Besé su boca ensangrentada. A medida que le besaba, mi mirada se iba perdiendo en el infinito de una noche húmeda. Sentado ya en el suelo me cogió como si no pesara más que una pluma para colocarme encima de él y penetrarme a medida que bajaba para sentarme a horcajadas sobre sus caderas. Sintiendo el mayor de los placeres que jamás habría sentido. Sentía sus garras aferrándose en mi espalda sin llegar a herirme. Y dirigiendo mis movimientos hacia su placer, que también era el mío, hasta alcanzar de nuevo nuestro clímax.
Las farolas alumbran el humo de mi cigarro, a través de las ventanillas del coche. En el asiento trasero, me masturbo para él. Mis dedos resbalaban por el contorno de mi vulva con la sapiencia de lo que le gusta ver. Delicioso, a la par que vulgar. Los tiempos cambian. Me esmero para intentar seducirle. Le resulta difícil ocultar su erección pero le gusta jugar. Es un hombre mayor, con gusto, pero eso es fácil cuando se tiene tanto dinero como él. Y a pesar de su madurez, es un hombre muy atractivo. Casi sin pensarlo te sientes atraída por él, sin saber cual es el motivo. Una extraña fuerza invisible que te lleva a él sin quererlo. Creo que voy a llegar a tener un orgasmo, él me mira impaciente. Quizás sea por eso, porque lo veo en sus ojos. El deseo de sus ojos humanos. O no.
Siempre que me llama me pasa lo mismo, tengo esa pesadilla, y me despierto empapada en sudor, asustada, y muy, muy excitada. Quizás sea una de mis pesadillas favoritas…

La voz a ti debida

La voz a ti debida

S¡, ¡todo con exceso!
¡La luz, la vida, el mar!
Plural, todo plural,
luces, vidas y mares.
A subir, a ascender
de docenas a cientos,
de cientos a millar,
en una jubilosa
repetición sin fin,
de tu amor, unidad.
Tablas, plumas y máquinas
todo a multiplicar,
caricia por caricia
abrazo por volcán.
Hay que cansar los números.
Que cuenten sin parar,
que se embriaguen contando,
y que no sepan ya
cuál de ellos ser el último;
¡qué vivir sin final!
Que un gran tropel de ceros
asalte nuestras dichas
esbeltas, al pasar,
y las lleve a su cima.
Que se rompan las cifras,
sin poder calcular
ni el tiempo, ni los besos.
Y al otro lado ya
de cómputos, de sinos,
entregarnos a ciegas
-¡exceso, qué penúltimo!-,
a un gran fondo azaroso
que irresistiblemente
está
cantándonos a gritos
fúlgidos de futuro:
"Eso no es nada aún.
Buscaos bien, hay más."

 

 

 

Pedro Salinas

Diario de una puta...

Diario de una puta...

Aún logro verte en mi memoria, siempre indomable, yo quería ser una mujer imposible de controlar, ser un desafío para ti, tu fantasía más excitante, y que la vivieras como alguien para quien no existen límites. No tenia fuerzas sino para desearte. Sentimiento que me consumía.

Me obsesionaba la idea de qué haría si algún día no volvieras a mi casa. Mi cabeza rechazaba la idea, pero mi obsesión me mantenía despierta noche tras noche. Que sería de mí si me rechazabas...

Cada semana esperaba ansiosa el momento en el que por fin me encontraba de rodillas en mi habitación frente a ti, como si mi cuerpo solo pudiera invocarte. Desvistiéndome como si fuese una especie de plegaria y mi existencia se debiera solo a ti.

Mentía para no verte, inventaba coartadas perfectas porque sabía que todo aquello acabaría mal para uno de los dos, y que probablemente sería para mí, pero estaba atrapada en un mundo que había descubierto gracias a ti. Y cada uno de esos días me los robaste con descaro, siempre terminabas convenciéndome de alguna u otra manera. Ahora lo sé. Nunca voy a poder olvidar el vértigo que sentía, como si me hubiese convertido en otra persona y tu como un caníbal solo satisfacías tu hambre, como todos los hombres que había conocido hasta entonces que necesitaban seducirme. Recorrías mi cuerpo con manos seguras de dominio y me entregaba a tus juegos con un placer indescriptible. Como alguien para quien no existe el dolor. Nunca bastó. Siempre quería más…

Todavía necesito sentir tus uñas en mi piel, el olor a tabaco de tus dedos, tu aliento a güisqui del caro y tú como el mismísimo diablo alzándote desde el mismo infierno. Deslumbrándome. Poderoso. Idolatro la sensación de estar en presencia de algo indomable, lleno de fuerza, imposible de controlar. Satisfacías tu necesidad de devorar la voluntad de tus víctimas, quebrantándolas. Te enojabas y agitabas con facilidad. Elocuentemente, lograbas todo cuanto deseabas de mí, te gustaba humillarme haciendo el amor con otros hombres, exhibiéndonos como en una feria de fieras, como presas de caza, sabias que yo te deseaba y eso me excitaba aún más.

Aceptaba con entrega todos tus castigos, todos menos uno, tu abandono.

Siento tu presencia, a pesar de que la oscuridad reina al tener los ojos vendados. El golpe seco de tus manos en mis nalgas. Dando vueltas a mi alrededor, estudiándome, despreciándome. Cuando por fin te decidías a hablar, lo hacías para imponerme un nuevo juego, donde yo, ansiosa por participar iba a ser tu puta favorita.

Hoy mi alma lleva un vestido negro y botas de vinilo con la punta cuadrada y tacón muy alto, con las que suelo patear a algunos de mis clientes con gustos más específicos cuando estoy de mal humor, como hoy, por tu culpa. ¿Por qué hoy has tenido que llamarme? Yo sólo quería olvidarme de que alguna vez habías existido y si algún recuerdo me rondaba la cabeza pensaría que ha sido una simple fantasía… pero hoy has tenido que llamarme…

Dices que debo quedarme quieta y sacarme la venda de los ojos cuando salgas de la habitación, para ello debo prestar mucha atención, porque me has prohibido, una vez más, mirarte. Y si compruebas que lo hice, me castigarás severamente. Probablemente no me permitas correrme, así que seré paciente y esperaré a oír el ruido de la puerta.

Cuando ya estás fuera, me incorporo, me quito la venda y descubro que en la cama has predispuesto la ropa que yo debía ponerme para acatar tus órdenes. Junto a ella una nota en la que me comunicas que hoy seré tu puta predilecta.

Empiezo por la braquita roja de encaje. Un liguero negro cuyas presillas terminan en una cinta de raso. Las medias también negras y las ligas de color rojo. Unos zapatos altísimos de tacón rojos que gracias a dios se anudan a mis tobillos, con lo cual puedo caminar algo sin caerme. Un kimono rojo termina de arroparme. Luego me pongo una peluca y me maquillo con colores estridentes. Termino pareciendo una muñeca algo siniestra de porcelana, como si fuera a salir en el próximo video de los Marilyn Manson.

Cuando regresas, pones una música de cabaret, te sientas con postura masculina y me dices que soy tu puta y que baile para tí.

Comienzo a moverme para ti, gateando por el piso a fin de excitarte, arqueo mi espalda y abro bien mis piernas para que veas la roja tira en mi trasero. Sentada en el suelo empiezo a masturbarme. En ese momento, te incorporas con violencia, pensé que había hecho algo mal, y paro inmediatamente con gesto de retroceder ante ti, pero no. Me coges de la muñeca, me das la vuelta y me acuestas sobre una mesa de vidrio. Tengo que abrir mis piernas, mi trasero queda muy ofrecido con la ayuda de los tacones, y me atas una muñequera de cuero en cada mano y otra en cada tobillo, de esta manera yo tengo muy pocas posibilidades de movimiento y no puedo escapar. Tengo que contar los latigazos que me das en las piernas, en el trasero, a veces los azotes de tu látigo eran muy suaves, otras sin embargo me hacen llorar.

Después de este castigo, me obligaste por ser una promiscua a chuparte el pene, luego me penetras haciendo oídos sordos a mis gritos de dolor. Tú te reías y me decías que no me quejara que me lo había ganado y que en realidad debía agradecértelo. Me corrí manchando la mesa de cristal, aún a sabiendas que me castigarías por ello, como así fue al obligarme a recogerlo. Tuve que lamer hasta la última gota y prometer que no lo haría más.
Después de todo, me quitas las correas, me besas por toda la cara lamiéndome las lágrimas, haces que me tranquilice y me susurras las cosas que deseo escuchar, que he sido buena y que me he portado muy bien, que me merezco un premio, me llevas a la cama en tus brazos, abrazada a tu cuello, y me hechas el mejor polvo del que haya disfrutado nunca… entonces descubro en tus ojos por qué estoy tan ligada a ti. Siempre fui una mujer indomable, yo quería ser una mujer imposible de controlar, ser un desafío para cualquier hombre, su fantasía más excitante, y que la viviera como alguien para quien no existen límites. Sin embargo contigo era diferente porque no tenia fuerzas sino para desearte. Sentimiento que me consumía.