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Alycia...

Progreso...

Progreso...

Porque podríamos objetar: ¿acaso no constituye un logro positivo de placer, un innegable aumento de la sensación de felicidad, el hecho de poder escuchar tantas veces como desee la voz del hijo que vive a centenares de kilómetros de mi lugar de residencia? ¿O que mi amigo me comunique, inmediatamente después de haber desembarcado, que ha sobrellevado bien el largo y penoso viaje? ¿Acaso no tiene importancia que la medicina haya conseguido reducir tanto la mortalidad infantil y el riesgo de infección de las parturientas y que se llegue a prolongar la media de la longevidad humana en un número considerable de años? Y todavía podríamos añadir una larga lista de estos beneficios que hemos de agradecer a la tan menospreciada era del progreso técnico y científico; sin embargo, ya oímos la voz de la crítica pesimista que nos recuerda que la mayoría de estas satisfacciones sería como aquella "distracción barata" que recomendaba cierta anécdota y que consistía en sacar en las frías noches de invierno la pierna desnuda de debajo de la manta y, después, volverla a cubrir. Si no existiera el ferrocarril, que permite superar las distancias, el niño nunca tendría que abandonar la población natal y, por lo tanto, tampoco tendríamos la necesidad de escuchar su voz por teléfono. Y, si no existiera la navegación transoceánica, el amigo tampoco habría emprendido el viaje marítimo y yo no necesitaría el telegrama para apaciguar mis temores. ¿De qué me sirve la reducción de la mortalidad infantil si, precisamente por culpa de ello, nos hemos de reprimir a la hora de engendrar criaturas, de modo que, a fin de cuentas, no criamos más niños que en la épocas anteriores al dominio de la higiene, pero sí que nuestra vida sexual en el matrimonio se halla sometida a difíciles condiciones y probablemente actúa en contra de la benéfica selección natural? Y, finalmente, ¿para qué esta larga vida, si acaba resultando tan penosa, carente de alegrías y tan llena de sufrimientos que sólo podemos dar la bienvenida a la muerte como una liberación?

 

FREUD, Sigmund. El malestar en la cultura, 1970

5 comentarios

aspirante_a_cínico -

Interesante tu opinión del progreso y la temida selección natural, más de uno/a no duraría mucho si siguiera vigente su implacable acción de antaño y de hecho así es en según que regiones del globo.
El progreso es paradójico, mucho, por un lado ha traido cosas muy estimables y útiles pero por otro no ha traido más que destrucción de todo tipo, hasta dejar la biosfera como jamás se podrá recordar en su estado intacto y natural, hasta cotas peligrosas de irreversibilidad ... es un hecho peligroso no sólo para el hombre si no para la permanencia misma de ese milagro que es la vida en este planeta.
¿Por qué no nos quedamos con lo útil y bueno del progreso y desechamos el resto? Los tratamientos para ciertas enfermedades o frenar el envejecimiento mejoran en 1er mundo pero las enfermedades por químicos y tóxicos que todo lo invaden aumentan. Esto es un mal llamado progreso.

tu frien olvidada..snifsnif -

me estas cayendo fataaaaall..eh??
unas cerves este finde??
engaa..anda..
no te hagas de rogar tanto connio!!

fantasía -

El progreso es parte de la evolución, aunque a veces tengamos la sensación que caminamos hacia atrás...
Besitos demedianoche

Alycia -

Si por algo adoro yo a este Naorio...

Deltodo...

Naorio -

Es indudable que el progreso tecnológico está creciendo de forma vertiginosa en la actualidad. No tan rápido crece el conocimiento científico, que ya nos gustaría que fuese más rápido y conociesemos mejor esa naturaleza a la que pertenecemos. ¿Entonces ante tanto progreso porque no somos felices? Hay está la falta de avance personal, creemos que el progreso científico y tecnológico nos va a solucionar todo pero solo están para ayudarnos en nuestro progreso personal que tan olvidado está en estos tiempos y que ha sido desbancado por el tedioso conformismo.

Besos. Deltodo